El lugar donde vivían ni era una selva, ni un teatro, ni un bosque, ni un auditorio, ni una sábana, ni un salón, ni cualquier lugar que imaginamos que puedan vivir los animales o los instrumentos de música. Era un lugar distinto, un lugar mágico. Este lugar estaba dividido por una Línea Imaginaria donde a un lado vivían animales y al otro los instrumentos de música.
Todas las mañanas los animales y los instrumentos de música se dirigían a la Línea Imaginaria y se miraban unos a otros; tras observarse se daban la vuelta y cada uno volvía a su territorio. Así día tras día, mes tras mes, año tras año, siglo tras siglo hasta que un día un explorador llamado Saint-Saëns apareció sin saber cómo en aquel lugar mágico.
Y sin saber cómo acampó en una tienda de campaña justo en medio de la línea imaginaria. Tras muchos días observando lo que hacían los animales y los instrumentos de música, tuvo una idea fantástica. Un día se los contó a los animales y otro día a los instrumentos musicales.
¿Sabéis cual era la idea fantástica? Pues que con motivo de la celebración de Carnaval cada animal se juntaría con un instrumento musical y juntos bailarían una bonita melodía.
Saint- Saëns esperó hasta el amanecer y allí, como cada día, cada mes, cada siglo estaban a ambos lados de la Línea Imaginaria los animales y los instrumentos de música.
El León se fue con el Piano
El Elefante con el Contrabajo
El Hemión con la Viola
Los Pájaros con la Flauta
Los Fósiles con la Marimba
Las Tortugas con el Piano y todos los Instrumentos de Cuerda.
El Cisne con el Violonchelo
Cada Animal bailó su melodía con el Instrumento Musical que había elegido y todos juntos convirtieron los dos territorios, el de los animales y el de los instrumentos de música en uno sólo. La Línea Imaginaria desapareció y desde entonces ese lugar es visitado por muchos niñ@s porque todos los días se celebra el Carnaval.
Cuento escrito por: Natalia García Catalá.
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